En los últimos años se ha acrecentado el enfoque en la disminución de la desigualdad que ha vivido la mujer en los diferentes espacios y sectores. Específicamente después de la marcha del 8 de marzo de 2020 durante el día de la mujer, han ido recuperando, paso a paso, la voz que la cultura actual les había quitado, y poco a poco va tomando más fuerza y visibilidad. Vemos más espacios para el desarrollo de la mujer, más cuentas en redes sociales enfocadas a la sexualidad femenina, el empoderamiento laboral, y tantos temas más. Ha sido una expansión exponencial maravillosa.
Sin embargo, esto no ha sido lo único a lo que se ha echado una luz encima. Toda esta serie de eventos nos ha hecho conscientes de otro detalle, una cruda verdad, muy escondida pero realmente importante: los hombres nos hemos quedado rezagados.
Emocionalmente. En nuestro trabajo personal. En nuestra claridad sobre quién somos, a dónde vamos, qué es lo que estamos aportando a nuestra comunidad y cultura.
¿Por qué es que son tan comunes frases similares a “las mujeres maduran más rápido que los hombres”,”nunca saldría con un hombre menor o de mi edad, son muy inmaduros”,”tengo dos niños en casa, mi hijo y mi esposo”?
En las palabras de Robert Moore, autor del libro Rey, guerrero, mago, amante:
El hombre se que quedado estancado en la psicología del niño. Hemos perdido esa cultura de iniciación de nuestros niños donde los guiábamos y acompañábamos en su proceso, a través de la sana ejemplificación, hacia una psicología del hombre maduro, sano y consciente. Por ello vemos a tantos hombres viviendo una masculinidad inmadura.
Y, como uno de los efectos de este rezago, vemos a tantos hombres uniéndose al feminismo, llamándose aliados, y tomando una postura desde la cual juzga a todo aquel hombre que no esté a favor de este movimiento. Y aclaro, no estoy hablando de estar en contra del feminismo. Hablo de cómo tantos hombres, en lugar de desarrollar espacios específicos para nosotros, han decidido separarse, dividirse, juzgar. Acrecentando, incluso, la dificultad para otros hombres de iniciar su proceso de autoconocimiento y mejora personal.
Y es totalmente comprensible.
¿Qué más podrían hacer, si no hay ninguna otra opción?¿Si lo único que pueden encontrar allá afuera son movimientos ajenos, ninguno del hombre para el hombre?
Nos hemos quedado rezagados también en crear espacios entre nosotros, para nosotros. Nos hemos quedado rezagados en dar ejemplos de masculinidad sana. En la política, la religión, los deportes, las escuelas, el entretenimiento… la gran mayoría son ejemplos de hombres viviendo una masculinidad totalmente limitada.
No podemos esperar que aquellos hombres de los que nos rodeamos comiencen a cambiar si no generamos primero el espacio, movimiento y cultura adecuados para guiar ese cambio. No podemos estar exigiendo a otros hombres que dejen sus actitudes machistas, si no estamos dispuestos a invitarlos a algún grupo o círculo en el cual trabajar. No tendríamos coherencia si seguimos apuntando a otros hombres sus actitudes dañinas, para después cerrarles la puerta y esperar que se den cuenta de todo por sí solos, como hasta ahora tantos padres han dejado a sus niños.
He visto un gran número de movimientos liderados por hombres, que nacen de una postura de juicio. Donde el principal discurso es el “no hagas esto, no hagas el otro”, muy similar al discurso milenario “no peques o te irás al infierno”. Y como hemos visto, este tipo de discursos no hacen más que crear división y rechazo.
No se trata de buscar algún movimiento al cual unirnos, comenzado por alguien más. No se trata de buscar las razones por las cuales somos superiores a otros hombres, después de habernos “deconstruido”. No se trata de crear más división, ahora con un nombre distinto.
Se trata de recuperar esa unidad que tanto tiempo atrás dejamos de lado entre nosotros. Unidad enfocada en crecer juntos, nutrirnos unos a otros, empujarnos a ser responsables de nuestros actos y de nuestras decisiones. Motivarnos a ser mejores día con día, hombro a hombro con otros hombres, desarrollando nuestra resiliencia, inteligencia emocional, nuestros valores y el respeto por la vida que tanto se ha perdido.
Si tanto estamos trabajando en nuestro crecimiento y desarrollo, ¿por qué es que la mayoría de los hombres aún están sin idea de lo que es un círculo de hombres? No hemos hecho el mejor de los trabajos en acercarnos a otros hombres, y ofrecerles una mano. Si en nuestra cultura el estándar aún es la masculinidad dañina, restrictiva, limitada, es nuestra responsabilidad como hombres cambiarlo. No de la mujer, no de otros movimientos… de nuestro propio movimiento.
Debemos tomar esa responsabilidad y crear más espacios, más recursos, más opciones para los hombres. Aún si cuesta inmensamente, estar dispuestos a tender la mano y ayudar incluso a aquellos hombres que han caído en actitudes machistas (si están dispuestos a ser ayudados, por supuesto). Dejar de esperar que otros hagan el trabajo por nosotros, y hacerlo nosotros. Tomar acción y dar ejemplo.
El verdadero cambio en el hombre no se dará desde adentro del feminismo, tomados de la mano de la mujer. Porque ni siquiera estamos en ese punto donde podamos tomarle la mano colectivamente como hombres maduros y conscientes, sino como niños. Es un trabajo en equipo a medias, guiado por ellas, como ha sido por tanto tiempo en cuestiones de autoconocimiento e inteligencia emocional. Y esto no es justo para la mujer. Ellas no deberían llevar en sus hombros el peso de lo que nosotros hemos hecho o dejado de hacer, fuera de nuestra integridad y madurez.
El verdadero cambio se dará desde adentro, desde nosotros mismos, en conjunto. Trabajar en nuestra masculinidad, en nuestra unidad, hasta alcanzar esa identidad de hombres maduros, responsables de sí mismos y su relación con su entorno. Sólo entonces seremos capaces de llamarle un verdadero trabajo en equipo con otros movimientos, cuando desarrollemos un verdadero autoconocimiento y nos sepamos liderar de una forma competente.
Hombres, necesitamos verdaderamente preguntarnos en qué nos hemos quedado rezagados, y enfocarnos en trabajar en nosotros mismos, en conjunto con otros hombres. Redescubrir el camino de niños a hombres. De la masculinidad inmadura a la masculinidad consciente.
Ese es el trabajo que nos toca, ese es nuestro movimiento.
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Gracias por crear espacios como este. Como mujer, me sentí identificada cuando dices que no podemos echarnos encima el trabajo que ustedes solos deben hacer. Qué bellos hombres saldrán de esa transformación.
Abrazos.
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